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diego olascoaga

Fidelidad y lealtad

Cuando las dudas surgen y no hay respuestas

Publicado: 2017-06-28


-¿Cuál es la diferencia entre fidelidad y lealtad?- pregunté al aire sin dirigirme a alguien en especial. En aquella época me encontraba en un viaje que hice a Colombia, como integrante de la delegación peruana socia del proyecto en donde trabajaba. En ése preciso momento nos encontrábamos viajando a unas minas de carbón, en Boyacá.

-¿Qué dices?...No te escuché bien- Gritó desde del fondo de la vieja camioneta Land Rover, José, representante y anfitrión colombiano, responsable de dirigir la visita. Sin embargo, Rosella, perteneciente también a la delegación peruana, quien además se encontraba sentada a mi costado, respondió:

-Creo que la fidelidad está asociada al sentir de una persona, a los sentimientos de una persona hacia otra persona…la lealtad se centra en la afinidad de los individuos hacia las ideas o instituciones.

Esta pregunta acerca de la diferencia entre fidelidad y lealtad, desde hacía algunos años rondaba por mí mente y, si bien podía acceder a significados académicos en diccionarios, quería obtener una respuesta de la gente y, para ello, necesitaba sacar a las personas de su zona de confort por un momento.

-Entonces los animales solo pueden ser fieles, mas no leales- respondí inmediatamente dirigiéndome a Rosella-Estaríamos aceptando que los animales tienen sentimientos, según tu respuesta.

-No sabemos si los animales tienen sentimientos. No sé si el término fidelidad pueda ser usado en animales-Arguyó un biólogo venezolano llamado Nelson, situado frente a mí.

-¿Entonces por qué se usa la expresión “fulanito es más fiel que un perro”? ¿Crees que los perros no son fieles o no son animales?-agregué inmediatamente con evidente sarcasmo, lo que provocó una risita tímida entre los presentes.

La camioneta tuvo un par de remesones fuertes debido a que el chofer no advirtió la presencia de unos hoyos en la trocha de ascenso a la montaña y José, sociólogo de profesión, quien, sospecho bordearía los 45 años de edad, había estado atento al desarrollo del debate, intervino:

-Cuando te refieres a la fidelidad, tienes que hacer una diferenciación entre los diferentes matices que engloba el concepto. Es decir, tendríamos que establecer un marco de referencia. En mi opinión, no corresponde darle el mismo valor a la fidelidad de una mascota, que te asume como miembro de una manada, que a la fidelidad entre un hombre y una mujer que deciden conformar una pareja; quienes además, se rigen bajo los preceptos morales, éticos y hasta estéticos, de una sociedad y cultura determinada.

Por alguna razón, nunca me habían gustado las explicaciones de los sociólogos. Siempre les gusta complicar las cosas con academicismos. Yo buscaba una respuesta salida del alma, no de un ensayo sobre cultura y sociedad.

Hubo un silencio que duró algunos minutos y a mi costado, Mariana, Bióloga de profesión y miembro de la delegación colombiana, se dirigió a Martín, Geógrafo también colombiano, encargado de brindar las explicaciones en materia geográfica correspondientes a la zona en cuestión. Le preguntó en voz baja algo relacionado al último capítulo de una telenovela local.

En aquel momento entendí que mis cuestionamientos acerca de la lealtad y la fidelidad no encontrarían respuesta en aquellas brillantes mentes que me acompañaban. Alcé un poco la voz y dije “Creo que es mejor hablar de otras cosas”, e inmediatamente una risotada espontánea de los demás acompañantes inundó el espacio. José, con una expresión alegre en el rostro dijo “Sí, mejor hablemos de telenovelas. Ha sido un día largo y necesitamos cosas ligeras en qué entretener nuestras mentes.” Un nuevo silencio pareció indicar la aceptación del grupo y continuamos nuestro recorrido sin mayores cuestionamientos.

Al final de mi estadía en Bogotá, cuando me encontraba en el aeropuerto listo para abordar el avión para regresar a Lima, otra vez la maldita pregunta regresó a mi mente “Lealtad y fidelidad. ¿Significan acaso lo mismo? Recordé a un amigo escritor que una vez me dijo: “En la lengua española no existen sinónimos absolutos. Cada palabra tiene una intención y justificación. Por más parecidos que sean sus significados, no son iguales”. Entonces, ¿Por qué existen tantos términos parecidos que, además, en el habla cotidiana son usados indistintamente para referirse a un a mismo concepto? La incógnita siguió haciendo eco en mi mente por unos minutos más, hasta que me senté en el avión y pedí una cerveza helada.

Cuando llegué a Lima, casi a las 10:00 de la noche, abordé un taxi que me conduciría a casa de mi novia. Habíamos acordado que pasaríamos la noche juntos. En el camino, el taxista, un hombre que estaría bordeando los 40 años de edad, era un tipo alegre y conversador. Me preguntó, como es habitual en los taxistas que recogen viajeros recién llegados al Jorge Chávez:

-¿Qué tal el vuelo?

-Cómodo, dormí casi todo el viaje

-¿De dónde viene señor?- Arguyó

.-De Bogotá, Colombia.

-¿Fue de vacaciones?

-No. Fui por trabajo una semana

-¿Qué ricas son las colombianas, verdad?- preguntó con ojos saltones y ansiosos.

-Sí, son mujeres bellas. La verdad, estuve casi todos los días encerrado en un hotel, discutiendo temas de trabajo con otras personas. No tuve tiempo para conocer más.

De pronto, el alegre caballero, casado y padre de dos niños, empezó a contar una experiencia que había tenido algún tiempo atrás. Relató que, debido a su trabajo de taxista, mantenía algunas clientas fijas procedentes de Colombia y asentadas en Lima.

-Son prostitutas de alto vuelo. A veces me llaman para que las lleve y las recoja. Yo soy su chofer exclusivo. Usted sabe, hay confianza.- Comentó orgulloso.

Empezó su relato y continuó describiendo la anatomía voluptuosa de algunas de ellas. Al final, su conversación desembocó en que debido a la “confianza” que mantenían, se había desarrollado un cariño entre él y algunas de las chicas mencionadas. Por ello, algunas veces mantenían relaciones sexuales sin pago. Su excitación al hablar era evidente, lo que inmediatamente hizo que el cuestionamiento inicial del presente relato aflorase nuevamente en mi cabeza: ¿fidelidad o lealtad?

-Oye, una consulta. No me tomes a mal, pero quisiera saber si encuentras alguna diferencia entre los significados de las palabras fidelidad y lealtad.

Lo miré fijamente al rostro y creo que le causó incomodidad mi pregunta. De ninguna manera estaba tratando de juzgarlo, ni buscaba que se sintiera incómodo. Lo único que quería era recoger una opinión en referencia a ambos términos. El silencio se hizo infinito y el noble chofer no dijo más. Yo tampoco insistí.

Mi novia de aquellos años vivía en San Borja y cerca de su casa había un grifo. Le pregunté al taxista si podíamos detenernos un rato porque quería comprar unas cervezas y algún detalle para ella. Llegamos a la estación y tras unos minutos salí con mi six pack bien helado y una cajita de chocolates.

-Déjame en la siguiente cuadra por favor.- Le dije con una sonrisa amigable, tratando de romper el hielo suscitado por mis necedades inoportunas.

Llegué al edificio en cuestión y mientras subía a pie los siete pisos que separaban la casa de Alicia, mi chica, y la entrada del inmueble, pensaba en lo que acababa de suceder con el taxista. Cuando por fin llegué a la puerta del departamento, Alicia me abrió con su sonrisa habitual, me abrazó y besó tiernamente. Luego de entregarle sus chocolates y dejar mi equipaje en la sala, le comenté lo sucedido en el taxi y le pregunté si encontraba alguna diferencia entre los significados de las palabras fidelidad y lealtad. Serían casi la 12:00 y ella respondió rápidamente:

-Por favor, no vengas ahorita con tus preguntas. En serio. No me tomes a mal, pero quiero dormir. Mañana debo salir temprano y si empezamos a conversar de eso, va a amanecer y no podré descansar.

Tenía toda la razón. Muchas veces nos había sucedido. Llegaba su casa tarde y le soltaba una pregunta que encendía la conversación y, de pronto, amanecía. Decidí, entonces, guardar mis inquietudes para otro momento. Destapé una botella y me senté en la sala a revisar algunos de los documentos que había traído de la reunión en Colombia. Ella, en cambio, se fue a dormir, después de darme un besito rico.

-Buenas noches, linda. No te vas a escapar de mis preguntas mañana.- le dije, con un poco de sarcasmo.

-Eso lo veremos.- respondió rápidamente, con una sonrisa pícara y un guiño de ojo que me encantó.

Durante los días posteriores, mis cavilaciones  acerca de la felicidad y la lealtad entre las personas se fue disipando. Pensé que a lo mejor, no tenía mayor importancia. Sucede que, muchas veces, cuando surge una pregunta asociada a aspectos morales de las personas, se genera cierta incomodidad. Pareciera que el interlocutor no puede disociar entre la vida íntima del mismo y el carácter de la pregunta por sí sola, que busca únicamente encontrar una opinión, esclarecer dudas. Para nada trato de fungir de juez ante dichas respuestas. No me corresponde, ni lo busco. El único motivo que me lleva a plantear ciertas dudas es conocer más a las personas, saber qué es lo que se mueve en sus cabezas. La velocidad de la llamada Era de la información, nos ha restado el carácter contemplativo y reflexivo natural del ser humano. Por lo menos en las ciudades veo eso. En las áreas rurales es diferente. Los tiempos se respiran de otro modo y ahí sí hay tiempo para la reflexión. No sé si corresponda buscar mi respuesta en aquellos ámbitos. La única conclusión que puedo sacar es que a las personas citadinas de hoy en día, les incomoda entrar en conversaciones densas y profundas. Sospecho que lo ven innecesario: “eso no va a dar plata”. Efectivamente. No hay recompensa dineraria al tratar de pensar en conceptos abstractos, a menos que se trate de un intelectual que se gane la vida escribiendo ensayos y artículos. Sospecho que seguiré con mis preguntas pues, hasta el momento, no he logrado encontrar alguna respuesta que me deje tranquilo respecto a los significados de los términos Lealtad y Fidelidad.


Escrito por

Diego Olascoaga

Intereses diversos y otros demonios.


Publicado en

Procastinación

Espacio dirigido a entretener sanamente, despertar y discutir intereses diversos o simplemente a pasar el rato.